¿SABES COMO TRABAJAS?
Hay una distinción importante dentro del mundo empresarial por el que muchas personas siguen siendo jefes cuando se llaman “líderes” a sí mismos: exigencia versus excelencia.
En el contexto del trabajo, la exigencia es un atributo valorado ya que se dice que ser exigente (al igual que ser obsesivo, por ejemplo) es un aspecto positivo. El ser exigente con uno mismo es algo que se escucha en el mundo laboral.
Para empezar a entender, quizás esta idea traiga luz sobre el tema:
Exigencia: foco en el resultado puro. Hacer las cosas como sea, incluso con un enorme desgaste físico, mental y emocional que, por lo general, tiene consecuencias en la salud y las relaciones de las personas. Mantener una tensión extrema aún en cosas mínimas, y vivir en la sensación de que nunca se llega a tiempo y la prisa y la urgencia domina todo.
Excelencia: pone el foco en el camino que nos lleva al resultado, por ello la mirada esta puesta en el proceso que hacemos como profesionales y equipos para lograr los objetivos. Se aprende, se observa y se dirige ágilmente hacia el logro. Excelencia también es sinónimo de una calidad superior que se obtiene al hacer las cosas con dedicación, esmero y poniendo todo de parte de los involucrados. Es importante recordar que tener excelencia no tiene nada que ver con ser perfecto.
Podría decirse que, en términos de productividad personal y profesional, la exigencia es un desgaste de los recursos, y la excelencia es un potenciador inagotable de las habilidades y talentos.
Para empezar a distinguir entre la exigencia y la excelencia, podemos enfocarnos en comportamientos que tienen las personas en cada forma de accionar:
Algunas ideas:
. El exigente busca la perfección. El excelente se enfoca en mejorar permanentemente.
. Alguien exigente genera tensión, ansiedad, frustración y decepción por querer controlar todo. La excelencia, en cambio, desarrolla la responsabilidad personal y el compromiso con los objetivos a lograr.
. Una persona exigente vive los errores como fallos, y suele ser muy duro consigo y con los demás; por eso suele generar miedo al error. En la excelencia, se lo interpreta como aprendizaje continuo.
. Desde el universo emocional, la exigencia genera desconfianza, miedo, ansiedad, temor a represalias o a ser juzgado o denostado; mientras que el enfoque en la excelencia promueve la empatía, la confianza y el saber que se cuenta con los recursos internos para sobrellevar situaciones.